LA PROVINCIA DE VALLADOLID
En su actual configuración, la provincia de Valladolid surge
a raíz del Real Decreto de 30 de noviembre de 1833. Según el mismo, los límites
de la nueva demarcación, lindarían al Norte con los de la provincia de León, al
Nordeste con las de Palencia y Burgos, al Sudeste con la de Segovia, al Sur con
las de Ávila y Salamanca y al Oeste con Zamora, en una extensión territorial de
8.120,63 kilómetros cuadrados, situándose sus, coordenadas entre los 41.° 7’ y
42.° 15’ de latitud Norte, y los 3.° 55’ y 5.° 30’ de longitud Oeste con
referencia al meridiano de Greenwich. No hay sino examinar un mapa para
comprobar cómo esta nueva creación provincial se emplaza, geográficamente, en
la cuenca media del río Duero, y en el centro –casi matemático– de la alta
Meseta Septentrional. Quizá por ello el rasgo fisiográfico más acusado sea el
de su total horizontalidad de relieve –común, por otra parte, a la de sus otras
hermanas meseteñas–, pero con la excepcional singularidad de que es la única
provincia peninsular que carece absolutamente de montañas. Llanuras y páramos,
constituidos tectónicamente por sedimentos del período terciario (Mioceno) y
cuaternario –depositados en estratos horizontales– conforman, por tanto, la
naturaleza de sus suelos, cuya red hidrográfica esencial está señalada por el
Duero –con 111 kilómetros de curso, dentro de la provincia– y sus afluentes,
entre los que destaca, primordialmente, el Pisuerga, ya que el caudal de los
restantes (Valderaduey, Cea, Sequillo y Hornija, en Tierra de Campos; Esgueva,
Adaja, Cega, Eresma, Zapardiel y Trabancos, en Pinares y Tierra Medina) es
notoriamente corto, máxime en la estación veraniega.
Inserta –como toda la Meseta– en la llamada «España Seca»,
sus rasgos climáticos se caracterizan análogamente por su continentalidad
térmica extremada (+ 38.° y -18.°, valores absolutos), grandes oscilaciones
diarias, precipitaciones escasas, que en algunas zonas lindan con la aridez
(menos de 400 mm3 al año), inviernos fríos y largos, cortos aunque rigurosos
veranos, y una gran nitidez y transparencia del aire como corresponde a su
elevada altitud media, de aproximadamente 700 metros sobre el nivel del mar. La
horizontalidad de su relieve –cuyo desnivel en los casi 8.200 km2 es mínimo,
pues va de los 640 a los 935 metros–, no quiere decir, empero, monotonía o
uniformismo, ya que el paisaje no es igual. Las llanuras cerealistas de Tierra
de Campos, sin apenas otra vegetación que las mieses, se contraponen
abiertamente a las llanuras boscosas de Tierra de Pinares, y la dureza gris y
cenicienta de los solitarios alcores o de los alargados páramos, a la blandura,
verde y frondosa, de las vegas y campiñas. Rincones hay en los pequeños valles
de los Torozos o de Tierra de Curiel y Peñafiel que recuerdan parajes más
nórdicos, al paso que altiplanos, como los de Campaspero, semejan estepas
asiáticas.
Autor: Amando Represa Rodríguez
VALLADOLID RINCONES Y GENTES
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