SEGOVIA
SAN FRUTOS DE DURATÓN
Declarada Monumento Histórico Artístico, la iglesia o
"ermita" de San Frutos de Duratón es una construcción románica de
siglo XII que se realizó sobre otra visigótica del siglo VII. La fundación se
atribuye a San Frutos y sus dos hermanos, San Valentín y Santa Engracia, que
eligieron el lugar para dedicarse a la vida contemplativa. Posteriormente se
completó el complejo con un monasterio y un cementerio.
El conjunto monacal se sitúa sobre uno de los meandros
que forman las hoces del río Dutatón en el mismo corazón del parque de las Hoces
del río Duratón, en el noreste de Segovia, aguas abajo de la villa de
Sepúlveda.
Las cuevas y roquedos del río Duratón tienen una larga
tradición de asentamientos eremíticos, que nacen en época visigoda,
extendiéndose al siglo VIII, en vida de San Frutos y sus hermanos.
La zona, después de invadida por Almanzor en 984, es
nuevamente reconquistada en 1011 y hacia 1073 los benedictinos sucedieron a los
ermitaños en estos riscos, ellos levantaron la actual iglesia en honor de San
Frutos y el monasterio anejo. La iglesia se comenzó a construir en el año 1093
y fue consagrada en el año 1100, como reza una inscripción de la nave. La
presencia de los monjes benedictinos se mantuvo hasta que se vieron obligados a
abandonar las instalaciones debido a la desamortización de Mendizábal en 1834.
El abandono y un incendio ocurrido en el siglo XIX acabaron llevando a la ruina
al monumento. En junio de 1931 fue calificado como Monumento Nacional.
Para acceder a la ermita de San Frutos, hay que llegar a
Villaseca, y desviarse por una pista en buen estado hasta un amplio aparcamiento.
Desde allí hay que encaminarse en dirección al espolón rocoso, rodeado de
precipicios, sobre el que se alza la ermita de San Frutos. Tras cruzar por un
puente de piedra, construido en 1757, salvando una profunda grieta, llamada La
Cuchillada de San Frutos, según la tradición abierta por el santo con su bastón
para proteger a los vecinos de Sepúlveda perseguidos por los sarracenos, se
asciende al antiguo cenobio benedictino.
En la entrada nos recibe una enorme cruz de hierro, recuerdo de la gran peregrinación a este lugar propiciada por el obispo segoviano Quesada en 1900, está forjada sobre un pedestal de piedra con siete llaves grabadas que corresponden a las siete puertas de Sepúlveda. El siete se considera un número mágico y vuelve a aparecer en el nombre de la cueva de los Siete Altares, muy cerca de allí.
Junto a la puerta de entrada se encuentra la necrópolis,
al lado del ábside de la iglesia como era costumbre en la Edad Media. Las
tumbas están talladas en piedra y son antropomorfas. Se cubrían con lajas de
piedra y están orientadas al este para que la cabeza del difunto mirase hacia
la salida del sol.
Frente a la puerta principal de la iglesia se encontraban
varias estancias que se utilizaban como alcobas y despensa. Encima de la
bodega, en el ala norte, había un balcón que permitía acceder al atrio.
La iglesia o "ermita" de San Frutos de Duratón que hoy contemplamos es el resultado de esa campaña constructiva primitiva, a la que se añadieron posteriormente dos ábsides laterales, se sustituyó el central, se abrió una puerta a los pies, y se alzó una galería de la que sólo quedan restos; todo ello a finales del XII.
Su fábrica es completamente de sillería, consta de una sola
nave de 8 metros de ancho con dobles arquerías ciegas a sus lados que se
levantan sobre pequeñas columnas y se cubre por una bóveda de cañón en tres
tramos reforzado por tres arcos fajones sobre pilastras prismáticas y arco de
triunfo rebajado, al fondo de la nave está el ábside.
La sobriedad de este templo no ofrece demasiadas
concesiones estéticas al visitante. Pero su valor es incuestionable al tratarse
de una de las construcciones románicas más antiguas del sur de Castilla, y en
un paraje incomparable.