miércoles, 14 de diciembre de 2011

SANTUARIO DE COVADONGA

ASTURIAS
 SANTUARIO DE COVADONGA


No sabía muy bien donde pasar la noche, ya no era verano, y aunque iba preparado para pernoctar en cualquier sitio, buen saco, provisiones y cámara a punto; el tiempo se antojaba desapacible. Mi intención era amanecer en algún lugar que me permitiera estar cerca de alguna ruta o espacio pintoresco bajo el ambiente otoñal, descartando por el camino algunos lugares como el desfiladero del Cares, y pronto envuelto por la noche, decidí acercarme a Covadonga con la esperanza de que en este tiempo no encontrase mucho turismo, así fue, pude aparcar la furgoneta a los pies de la Basílica y disfrutar de los juegos de unos chavales que están acogidos por los religiosos, y de su temprana marcha al colegio a la mañana siguiente.

Esto me permitió disfrutar de los jardines y entorno para mí solo por lo que me decidí a sacar alguna que otra fotografía nocturna. Y así mismo a la mañana siguiente, aprovechando la apertura de la cueva para una madrugadora excursión de la tercera edad, tuve ocasión de fotografiar el interior, vetado a los objetivos, de la cueva de la Santina. Animado por la ausencia de gente, visité la iglesia y disfruté de su interior, ubicación y entorno a pesar de la escasa luz de la nublada mañana, tanto que no me permitió ver los lagos de la Ercina, que estaban literalmente desaparecidos en la niebla y en un temporal de lluvia que me obligó a descender inmediatamente, por una carretera que en buenas condiciones da miedo.


martes, 29 de noviembre de 2011

ERMITA DE SAN FRUTOS DE DURATÓN

SEGOVIA

SAN FRUTOS DE DURATÓN

Declarada Monumento Histórico Artístico, la iglesia o "ermita" de San Frutos de Duratón es una construcción románica de siglo XII que se realizó sobre otra visigótica del siglo VII. La fundación se atribuye a San Frutos y sus dos hermanos, San Valentín y Santa Engracia, que eligieron el lugar para dedicarse a la vida contemplativa. Posteriormente se completó el complejo con un monasterio y un cementerio.

El conjunto monacal se sitúa sobre uno de los meandros que forman las hoces del río Dutatón en el mismo corazón del parque de las Hoces del río Duratón, en el noreste de Segovia, aguas abajo de la villa de Sepúlveda.

Las cuevas y roquedos del río Duratón tienen una larga tradición de asentamientos eremíticos, que nacen en época visigoda, extendiéndose al siglo VIII, en vida de San Frutos y sus hermanos.



San Frutos nació en Segovia en el año 642, en el seno de una familia visigoda acomodada que tuvo otros dos hijos, Valentín y Engracia. Cuando murieron sus padres siendo todavía joven y junto a sus dos hermanos, deciden vender sus bienes y los dan a los pobres retirándose a este lugar para vivir humildemente. Los tres hermanos vivieron durante ese periodo en sendas cuevas, Frutos en el lugar donde ahora se levanta la Ermita, su hermana Engracia en una cueva a la derecha de la peña, y su hermano Valentín en otra cueva a 2 Km. río arriba a la derecha. Cuando San Frutos murió en el año 715 a la edad de 73 años, sus hermanos  se marcharon a Caballar, donde fueron martirizados y decapitados por los musulmanes. Sus cráneos todavía se conservan en un relicario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. En ciertos periodos de sequía el sacerdote sumerge las cabezas en la llamada Fuente Santa para que empiece a llover. A este ritual se le llama de las mojadas.

La zona, después de invadida por Almanzor en 984, es nuevamente reconquistada en 1011 y hacia 1073 los benedictinos sucedieron a los ermitaños en estos riscos, ellos levantaron la actual iglesia en honor de San Frutos y el monasterio anejo. La iglesia se comenzó a construir en el año 1093 y fue consagrada en el año 1100, como reza una inscripción de la nave. La presencia de los monjes benedictinos se mantuvo hasta que se vieron obligados a abandonar las instalaciones debido a la desamortización de Mendizábal en 1834. El abandono y un incendio ocurrido en el siglo XIX acabaron llevando a la ruina al monumento. En junio de 1931 fue calificado como Monumento Nacional.

Para acceder a la ermita de San Frutos, hay que llegar a Villaseca, y desviarse por una pista en buen estado hasta un amplio aparcamiento. Desde allí hay que encaminarse en dirección al espolón rocoso, rodeado de precipicios, sobre el que se alza la ermita de San Frutos. Tras cruzar por un puente de piedra, construido en 1757, salvando una profunda grieta, llamada La Cuchillada de San Frutos, según la tradición abierta por el santo con su bastón para proteger a los vecinos de Sepúlveda perseguidos por los sarracenos, se asciende al antiguo cenobio benedictino.



En la entrada nos recibe una enorme cruz de hierro, recuerdo de la gran peregrinación a este lugar propiciada por el obispo segoviano Quesada en 1900, está forjada sobre un pedestal de piedra con siete llaves grabadas que corresponden a las siete puertas de Sepúlveda. El siete se considera un número mágico y vuelve a aparecer en el nombre de la cueva de los Siete Altares, muy cerca de allí.

Junto a la puerta de entrada se encuentra la necrópolis, al lado del ábside de la iglesia como era costumbre en la Edad Media. Las tumbas están talladas en piedra y son antropomorfas. Se cubrían con lajas de piedra y están orientadas al este para que la cabeza del difunto mirase hacia la salida del sol.




En el interior, a la izquierda se encontraban las habitaciones de los hermanos. A continuación unos escalones permitían subir al atrio de la iglesia. Al final se encontraban el gallinero, el pajar y las caballerizas, junto al muro que cerraba el priorato. Al lado de la puerta que se abría al castro y al cementerio estaba el horno.

Frente a la puerta principal de la iglesia se encontraban varias estancias que se utilizaban como alcobas y despensa. Encima de la bodega, en el ala norte, había un balcón que permitía acceder al atrio.



La iglesia o "ermita" de San Frutos de Duratón que hoy contemplamos es el resultado de esa campaña constructiva primitiva, a la que se añadieron posteriormente dos ábsides laterales, se sustituyó el central, se abrió una puerta a los pies, y se alzó una galería de la que sólo quedan restos; todo ello a finales del XII.

Su fábrica es completamente de sillería, consta de una sola nave de 8 metros de ancho con dobles arquerías ciegas a sus lados que se levantan sobre pequeñas columnas y se cubre por una bóveda de cañón en tres tramos reforzado por tres arcos fajones sobre pilastras prismáticas y arco de triunfo rebajado, al fondo de la nave está el ábside.


La sobriedad de este templo no ofrece demasiadas concesiones estéticas al visitante. Pero su valor es incuestionable al tratarse de una de las construcciones románicas más antiguas del sur de Castilla, y en un paraje incomparable.



domingo, 27 de noviembre de 2011

MUSEO NACIONAL COLEGIO DE SAN GREGORIO



MUSEO NACIONAL COLEGIO DE SAN GREGORIO

El Colegio de San Gregorio es la sede principal del Museo al que da nombre, pero el conjunto museístico completo abarca también los edificios cercanos del Palacio de Villena, la Casa del Sol y la iglesia de San Benito el Viejo, situados a lo largo de la calle Cadenas de San Gregorio.

El conjunto está ubicado en el entorno monumental más relevante de la ciudad, creado en los siglos XV y XVI. La calle cadenas de San Gregorio, de origen medieval y reconfiguración renacentista, estaba atravesada originariamente, de lado a lado, por las "cadenas de San Gregorio" que la dieron nombre: una línea de columnas ante el edificio de la que colgarían posiblemente tales cadenas.

El Colegio de San Gregorio, fue fundado a finales del siglo XV por el dominico Alonso de Burgos, personaje muy vinculado a los Reyes Católicos, como centro de estudios teológicos de la orden dominica, en un momento de reformas espirituales y políticas en todo Europa. 

Su construcción debió finalizarse hacia 1499, vinculándose a Gil de Silóe como el autor.
Dos contrafuertes divididos en tres alturas enmarcan la fachada. El vano de la puerta se cobija en un arco carpanel sobre el que encontramos un arco. La parte superior está dividida en tres calles. El conjunto se remata con una crestería. 

El cuerpo bajo de los contrafuertes está decorado con las figuras míticas de los salvajes, armados y con el cuerpo cubierto de vello. En el segundo cuerpo encontramos soldados mientras que en el tercero vuelven a aparecer los salvajes, en este caso vestidos y armados. 

La puerta de ingreso presenta jambas y dintel decorados con el motivo de la flor de lis. El dintel se cierra con dos enigmáticos personajes sentados que contienen una filacteria. En el tímpano se representa a San Gregorio recibiendo la ofrenda de fray Alonso de Burgos, fundador del Colegio, presentado por santo Domingo de Guzmán. Al otro lado se ubica San Pablo. 

En la calle central de la parte superior se presenta una fuente, en cuyo entorno juegan grupos de niños. De la fuente surge el tronco de un granado que en su parte alta muestra el escudo de los Reyes Católicos, sostenido por dos leones rampantes. De las ramas del granado cuelgan el yugo y las flechas, emblemas de los monarcas.

Aquí se formaron los teólogos, místicos, juristas o que fundaron universidades y obispados en América, asesoraron a los reyes en su gobierno y definieron la posición española en el Concilio de Trento. En el Colegio se celebraron debates de gran trascendencia como el conocido como Controversia de Valladolid en el que a petición de Carlos V se discutió sobre los derechos de los pueblos indígenas de América.

En el siglo XVIII con la llegada de los vientos ilustrados y la oposición de los Borbones al poder ideológico de las instituciones colegiales, el Colegio de San Gregorio fue perdiendo la influencia y el esplendor intelectual de los primeros tiempos.

El siglo XIX marca el final de la institución, con la ocupación de las tropas napoleónicas y la exclaustración de Mendizábal en 1835. Hasta que en 1933 se convierte en sede del Museo Nacional de Escultura, el edificio se siguió utilizando otorgándole los usos más dispares: presidio, Instituto de Bachillerato, Escuela de Derecho, Escuela Normal de maestros o cochera de tranvías. A pesar de ello la construcción no perdió, en lo esencial, su estructura formal.


En 1982 el Estado afrontó una reforma integral del Museo, centrada en una creciente dotación de recursos y equipamiento técnico, en una política de difusión educativa y en la mejora de las infraestructuras que ha culminado en 2009, abriendo sus puertas bajo un nuevo nombre: Museo Nacional Colegio de San Gregorio.

Extraído de: 

sábado, 26 de noviembre de 2011

IGLESIA DE SAN PABLO

Valladolid

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IGLESIA CONVENTUAL DE SAN PABLO


Este “retablo de piedra al aire libre”, como ha sido definida la fachada, sirve como emblema de una larga historia de la presencia de los dominicos en Valladolid.


Desde 1276, cuando comienza su andadura hasta hoy, salvada la obligada ausencia de los frailes predicadores, debida a la desamortización y exclaustración desde 1835 hasta 1893. En esta última fecha, los frailes dominicos retornan a la iglesia, aunque sin poder disponer del convento por haber sido destruido.

La fachada de la iglesia de San Pablo ha sido, al menos desde hace quinientos años, testigo y paso obligado al interior del templo de numerosísimos visitantes asiduos y esporádicos, de curiosos y piadosos, de grandes y pequeños, de notable y de gente común. No en vano, en esta iglesia recibieron sepultura personas de alta alcurnia: el infante don Alfonso, hijo de Sancho IV y María de Molina, el rey Juan II hasta su traslado a la Cartuja de Miraflores (Burgos), la reina María de Portugal, esposa de Felipe II. En este templo fueron bautizados los reyes Felipe II, Felipe IV y la hija de Felipe III, doña Ana Mauricia, además de convertirse en escenario de grandes asambleas y capítulos de Órdenes Militares, de Cortes del Reino.

Fachada de la Iglesia de San Pablo
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Siendo como es su principal función el servir de reclamo para acceder al templo y rezar, la fachada, desde su conclusión, quedó convertida en lugar de encuentro y referencia indispensable en la historia vallisoletana. Su Plaza -de San Pablo y/o de Palacio- quedó para siempre transformada en testigo pétreo de celebraciones. Punto de partida o de llegada de procesiones, comitivas y celebraciones al aire libre. Tapiz que ampara el discurrir de la vida cotidiana; el ir y venir del vecindario al Palacio Real, mientras la Corte tuvo aquí su sede (1601-1606). También de acontecimientos religiosos que celebra la Ciudad y del esplendor que proporciona el deambular de los nobles aposentados en los palacios del entorno -de los condes de Rivadavia y de Miranda-, junto con las fiestas de pólvora y toros que tienen lugar en esta Plaza.

Sobre todo en los primeros años del siglo XVII, merced al empeño del Duque de Lerma, patrono del convento, este templo de San Pablo luce más y su imagen sale extramuros de la historia local. Testigos singulares, como el portugués Pinheiro da Veiga en su obra Fastigina, o viajeros de otros países que llegan a Valladolid, y después divulgan sus impresiones, supieron captar la belleza de la fachada y del interior y proclamarlo a los cuatro vientos. Como así lo hizo Lorenzo Vitale: “En Valladolid, cerca del palacio del Rey, había un Colegio que daba a un monasterio de religiosos de Santo Domingo, que se llama iglesia de San Pablo, cuyos colegio y monasterio son los más hermosos y ricos lugares que se pueden encontrar”.

Hoy seguimos rindiendo nuestro reconocimiento a cuantos patrocinaron esta gran obra -desde la reina doña María de Molina, el cardenal dominico Juan de Torquemada, fray Alonso de Burgos, hasta el Duque de Lerma- y, en especial, sus artífices el maestro Simón de Colonia, junto con otros artistas que remodelaron y ampliaron la fachada en la parte alta, tal y como hoy puede contemplarse.

En el siglo XIX, seguía siendo la imagen representativa de la arquitectura vallisoletana. Cuando en 1835 la reina Isabel II visita Valladolid será obsequiada con una pintura de la fachada, obra del pintor vallisoletano José Alzola. Y hoy, ya en el tercer milenio, cuando ha finalizado su reciente restauración, sigue sin perder la primacía a la hora de representar a la Ciudad.


La estructura de la fachada está formada por tres cuerpos. El bajo, terminado en la imposta que corre sobre el gran rosetón central, desde donde parte el segundo cuerpo, hasta el frontón triangular, tercer cuerpo y remate de la fachada. Debidamente documentada la intervención del escultor burgalés Simón de Colonia, así como el abono de la obra que todavía no estaba concluida cuando muere su mecenas el dominico Fray Alonso de Burgos, según reclama aquél ante los testamentarios.

Siendo la fachada principal “la joya del Convento” y fray Alonso de Burgos uno de sus más notables benefactores, no extraña el lugar elegido para certificar su munificencia. Fray Alonso está representado en el tímpano del cuerpo en la escena de la Coronación de la Virgen María. Tal motivo encaja plenamente con la iconografía y devociones marianas que la orden dominicana siempre tuvo especial afán de propagar. Quien fuera sucesivamente fraile, prior del convento de San Pablo, confesor de la reina Isabel la Católica, obispo de Palencia, quiso perpetuar su memoria. Así, el obispo fray Alonso de Burgos arrodillado y revestido con los atributos pontificales, capa pluvial decorada con lises, mitra y báculo, convirtiéndose en testigo excepcional de la ceremonia. Nuestra Señora ocupa el centro de la escena ante la presencia del Padre Eterno, Cristo y el Espíritu Santo. A los lados, los santos Juanes -evangelista y Bautista- y, fuera de escena, santos dominicos: el fundador santo Domingo de Guzmán, santo Tomás de Aquino, san Vicente Ferrer y san Pedro Mártir. Sobre el fondo del relieve destaca la decoración de escamas, característica de las obras ejecutadas por el maestro de Colonia.


Conviene advertir que, en los primeros años del siglo XVII, en la remodelación de la fachada llevada a cabo tras obtener don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, el patronato sobre el Convento, este importante personaje de la corte de Felipe III tuvo especial interés en ocultar los blasones del dominico. En efecto, enseguida quedó cumplida la orden de limar la superficie de los escudos sostenidos por los ángeles que, de la noche a la mañana, pasaron de cobijar la flor de lis – escudo de Fray Alonso de Burgos- a ostentar la barra y estrellas de Lerma. El Duque de Lerma no quería compartir con nadie la fama que, sin duda, merecen cuantos intervinieron, con su peculio o su genio artístico, en la realización de esta singular obra. Pero el famoso Fray Mortero, como era conocido Fray Alonso de Burgos -por proceder del valle de Mortera o por sus afanes de edificación-, sigue imperturbable integrado en la principal escena de la fachada. Un merecido recuerdo para quien en Valladolid contribuyó a poner en pie el convento de San Pablo y el contiguo Colegio de San Gregorio.


viernes, 25 de noviembre de 2011

NENÚFARES


Lo llamábamos el Jardín de los Dioses, durante algunos años nuestro centro de reunión, quedadas, esperas, alegrías, decepciones, los primeros pecados de juventud, nuestra parcela de mundo dónde aprendíamos a vivir.
Situado en el lateral derecho del Palacio de Santa Cruz, de Valladolid, es la entrada habitual al colegio mayor, tiene un sencillo estanque rectangular en el centro, flanqueado de arboles y rosales, y una hilera de bancos en la tapia de entrada, da acceso también a una capilla.

ACADEMIA DE CABALLERIA


ACADEMIA DE CABALLERÍA
VALLADOLID

La Academia del Arma de Caballería de Valladolid se instaló en 1852 en el edificio que unos años antes se había pretendido utilizar como presidio. El actual edificio, fue construido en los años de 1920, es de gran valor, legado de la arquitectura historicista y monumental de las primeras décadas del siglo XX. Se ubica frente al Parque del Campo Grande, en la actual Plaza Zorrilla y cerca de la Parroquia de San Ildefonso de Valladolid.

Desde la Desamortización, lo militar va sustituyendo en importancia a lo religioso. Como consecuencia, muchos de los conventos y colegios son ocupados por cuarteles, que también se instalan en edificios de nueva construcción. El origen de la Academia se remonta a 1850, cuando por Real Orden se crea el Colegio de Caballería de Alcalá de Henares. En 1852 se traslada a Valladolid.

El edificio que se puede contemplar hoy sustituye a uno anterior conocido como El Octógono debido a la forma de su planta. Había sido concebido como presidio y construido en 1847, sobre un espacio sin edificar conocido como campo de la feria. Su organización era la típica para arquitectura carcelaria de su época con planta baja y un piso y fachadas muy sobrias, si bien se reformó en parte para que la Academia de Caballería lo ocupara en 1852. En octubre de 1915 El Octógono fue destruido por un incendio y en el año 1906 se decreta que el museo de la Academia sea trasladado a Madrid, al Cuartel del Rosario y en 1928 al Cuartel del Conde Duque, también en Madrid.

El edificio actual se empezó a construir en 1921 sobre el solar de El Octógono, siguiendo un proyecto del comandante de ingenieros Adolfo Pierrad Pérez. El 1 de marzo de 1924 se inauguró parte del nuevo edificio. Sigue las tendencias del momento, monumentalistas, regionalistas y de gusto historicista, que rescatan como imagen de Castilla el primer Renacimiento, con detalles de la arquitectura tradicional.

El granito de su zócalo proporciona un contraste de color con la arenisca empleada en el resto del edificio y resalta la fortaleza del basamento, dando una adecuada formalización al asentamiento del edificio sobre el suelo. La fachada, de gran belleza, es longitudinal y enfática, articulada gracias a las tres torres, que jerarquizan el edificio. La composición de la fachada se va haciendo, conforme se va subiendo, menos maciza, acabando con una galería de arcos y una graciosa balaustrada. La construcción en piedra es impecable y los despieces de los elementos constructivos están muy bien ejecutados y valorados plásticamente. En varias panoplias se encuentran las cruces de las órdenes militares de Alcántara, Santiago, Calatrava y Montesa. Es de notar la simetría en esquina, propia del Renacimiento, que observa el edificio.

Frente a la puerta principal se encuentra el Monumento a los Cazadores de Alcántara, obra de Mariano Benlliure, inaugurada el 25 de junio de 1931.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

MONASTERIO DE SAN ISIDRO DE DUEÑAS

Venta de Baños (Palencia)


MONASTERIO DE SAN ISIDRO DE DUEÑAS

Orígenes

En la confluencia de los ríos Pisuerga -antiguo Pisorica- y Carrión, en el término municipal de Dueñas se encuentra el monasterio de San Isidro de Dueñas, fácilmente observable al paso del tren que une Valladolid y Burgos.

La fachada románica de su iglesia, con una antiquísima torre defensiva y llena de remiendos que delatan épocas diversas, contrasta con el resto del edificio, de corte herreriano, que data de la reconstrucción del siglo XVII.

Portada Románica
El primer documento que nos habla de la existencia de un monasterio es un privilegio de García I, rey de León, otorgado el 15 de febrero de 911.

Pero el origen remoto se sitúa muy verosímilmente en la época tardo romana, en relación con Villa Posídica, villa romana cuyas ruinas se encuentran a unos doscientos metros del monasterio, en la que se han hallado preciosos mosaicos y que parece perteneció a la familia del emperador Teodosio.

La tesis más audaz sitúa aquí la casa y la comunidad de mujeres religiosas a las que se dirige la peregrina Egeria o Euqueria en su célebre Itinerarium.

En cualquier caso, fue en su entorno -en el antiguamente llamado castrum domnas- donde se formó la comunidad de monjas que dio lugar al topónimo del monasterio -San Isidoro de (las) Dueñas-, de donde tomó luego su nombre el pueblo de Dueñas.

Casi seguro que a las domnas se debe la llegada de las reliquias del patrón del monasterio, San Isidoro, mártir alejandrino -llamado también de Quío-, que murió en el año 251 durante la persecución del emperador Decio. Otros sitúan la llegada de las reliquias en la época cluniacense.

Durante la época visigótica debió existir en este entorno un monasterio dúplice: las monjas en san Isidoro y los monjes tal vez en san Juan de Baños, bajo la titularidad de san Martín de Tours.

Desaparecidas las monjas por la invasión musulmana, Alfonso III el Magno (866-910) restaura el monasterio para cederlo a monjes que procederían de Córdoba, huyendo de la dominación islamita. Su hijo, el rey Don García (+914), gran bienhechor del monasterio como lo fue su padre, fue quien devolvió al lugar las insignes reliquias de san Isidoro mártir.

Cabe también la posibilidad de que con la restauración se reanudase en la zona el monasterio dúplice, ya que una antigua noticia, aún no estudiada a fondo, sitúa la desaparición de las monjas en 950, fecha en que una incursión musulmana habría acabado con la vida de la comunidad y de su última abadesa, Esmaragda. Los monjes ocuparían entonces su lugar, añadiendo la titularidad de las monjas a la suya de san Martín.

De hecho, durante siglo y medio, entre los años 938 y 1097, las donaciones por parte de los reyes castellano-leoneses se dirigen al monasterio bajo el doble patronazgo de san Isidoro y san Martín, pero desde fines del siglo XI prima san Isidoro, quedando san Martín relegado a una iglesia próxima al monasterio, pero desconocida actualmente.


Periodo benedictino y exclaustración

En el año 1073 Alfonso VI donó al monasterio benedictino de Cluny el monasterio de San Isidro de Dueñas, convirtiéndose en unos de sus prioratos.

Se inició así el período cluniacense de este monasterio que se prolongó hasta 1478.A lo largo de los siglos XII y XIII el monasterio consiguió transformar su término en un coto inmune, mediante diversos privilegios reales.

Además fortaleció el control de su explotación económica, mediante arrendamiento o prestimonio, garantizándose el monopolio de tierras y molinos.
También se prestó importantica a la ganadería, asentándose en zonas de monte y logrando privilegios que permitían la trashumancia de sus rebaños.

Pero tras el esplendor llega la decadencia que sucede a lo largo de los s. XIV-XV, por varios motivos, entre los que destaca la poca relación con la monarquía de entonces, sino más bien con la nobleza regional y comarcal, que exigían mucho más a cambio de su protección, y por priores que se preocupaban más en vender las posesiones del monasterio que en la disciplina monástica.

Finalmente, unido a la idea de renovación y restauración de los Reyes Católicos de los monasterios castellanos, se separó de Cluny y se unió a la Observancia de San Benito de Valladolid. Esta unión fue seguida de una intensa tarea de recuperación de las heredades del monasterio, abriéndose una nueva etapa de prosperidad económica que permitió sostener una comunidad monástica más nutrida.

En 1604 un devastador incendio arruinó el monasterio del que sólo se salvó, aunque muy dañada, la iglesia románica que todavía hoy podemos contemplar pero sin su belleza primitiva.

Fachada Herreriana
La nueva y actual fábrica se levantó en estilo herreriano. Con la invasión en 1808, el monasterio fue convertido en cuartel de las tropas napoleónicas, causando la expulsión de sus monjes y dejándolo totalmente arruinado en su interior.

Todavía volvió a sufrir nuevos desastres entre 1820 y 1823 en la segunda expulsión de la comunidad. Finalmente el monasterio fue abandonado por la desamortización de Mendizábal en 1835, convirtiéndose en una casa de labranza durante 56 largos años.

ESPACIOS NATURALES



ESPACIOS NATURALES

El estudio, la contemplación de la naturaleza es el natural alimento de la inteligencia y del corazón. Nos eleva y hace cernernos en las regiones superiores: el mundo está a nuestros pies; nuestro pensamiento, fijo en las cosas del cielo, nos inspira desdén por los miserables y frívolos intereses de aquí bajo. El escudriñamiento, sólo el escudriñamiento de esas grandes y misteriosas verdades contiene un poderoso encanto.

Cicerón

YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS

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Es un hecho ampliamente aceptado que el conocimiento y la comprensión de los orígenes y del desarrollo de las sociedades humanas revisten una importancia fundamental para toda la humanidad, ya que sirven para identificar sus raíces culturales y sociales. El patrimonio arqueológico constituye el testimonio esencial de las actividades humanas del pasado. Su protección y su adecuada gestión son imprescindibles para permitir a los arqueólogos y a otros científicos estudiarlo e interpretarlo en nombre de generaciones presentes y futuras, y para beneficio de las mismas.

Definición e introducción
El “patrimonio arqueológico” representa la parte de nuestro patrimonio material para la cual los métodos de la arqueología nos proporcionan la información básica. Engloba todas las huellas de la existencia del hombre y se refiere a los lugares donde se ha practicado cualquier tipo de actividad humana, a las estructuras y los vestigios abandonados de cualquier índole, tanto en la superficie, como enterrados, o bajo las aguas, así como al material relacionado con los mismos.

Políticas de “conservación integrada”
El patrimonio arqueológico es una riqueza cultural frágil y no renovable. La agricultura y los planes de utilización del suelo deben ser ordenados y controlados con el fin de reducir al mínimo la destrucción de este patrimonio. Las políticas de protección del patrimonio arqueológico deben estar sistemáticamente integradas en las de la agricultura y la utilización, desarrollo y planificación del suelo, así como en las relativas a cultura, medio ambiente y educación. La creación de reservas arqueológicas debe formar parte de estas políticas.
La protección del patrimonio arqueológico debe incorporarse a las políticas de planificación a escala internacional, nacional, regional y local.
La participación activa de la población debe incluirse en las políticas de conservación del patrimonio arqueológico. Esta participación resulta esencial cada vez que el patrimonio de una población autóctona está en juego. La participación se debe basar en la accesibilidad a los conocimientos, condición necesaria para tomar cualquier decisión. La información al público es, por tanto, un elemento importante de la “conservación integrada”.

Extraído de la Carta Internacional para la Gestión del Patrimonio Arqueológico.

ARQUITECTURA RELIGIOSA


La arquitectura religiosa se ocupa del diseño y la construcción de los sitios de culto sagrados o espacios de oración, tales como iglesiasmezquitasstupassinagogas, y templos. Muchas culturas han dedicado grandes cantidades de recursos a su arquitectura religiosa, y sus lugares de culto y espacios sagrados se encuentran entre las edificaciones más impresionantes y perdurables que ha creado la humanidad. Por dicha razón, la disciplina occidental de Historia de la Arquitectura sigue en buena medida la historia de la arquitectura religiosa desde las épocas más remotas hasta por lo menos el período Barroco. La geometría sacra, la iconografía y el uso de sofisticadas semióticas tales como signos, símbolos y motivos religiosos son endémicos en la arquitectura religiosa.

Las estructuras religiosas a menudo evolucionan durante períodos de varios siglos y eran las mayores construcciones del mundo, antes de la existencia de los modernos rascacielos. Mientras que los diversos estilos empleados en la arquitectura religiosa a veces reflejan tendencias de otras construcciones, estos estilos también se mantenían diferenciados de la arquitectura contemporánea utilizada en otras estructuras. Con el ascenso de las religiones monoteístas, los edificios religiosos se fueron convirtiendo en mayor medida en centros de oración y meditación.

http://es.wikipedia.org/wiki/Arquitectura_religiosa

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PALENCIA

MONASTERIO DE SAN ISIDRO DE DUEÑAS

SEGOVIA

ERMITA DE SAN FRUTOS DE DURATÓN

LEÓN


ARQUITECTURA MILITAR


ARQUITECTURA MILITAR FORTIFICADA

El primer intento de inventariar los inmuebles históricos en el siglo XX lo constituye el Real Decreto de 1 de junio de 1900 por el cual el Ministerio de Instrucción Pública encargaba la elaboración de un Catálogo Monumental y Artístico de la Nación. Se hizo por provincias; pero el método seguido, y la realización por personas que desconocían las características del Patrimonio, fue criticado por el arquitecto Leopoldo Torres Balbás. La primera provincia (Ávila), fue encargada a Manuel Gómez Moreno, que siguió una organización por épocas artísticas, incluyendo dibujos y planos que se convirtió en modelo para las posteriores.

La precaria protección otorgada a los inmuebles hizo necesaria una nueva normativa, que fue promulgada en 1915 con el título de Ley de Conservación de monumentos arquitectónicos-artísticos. Entre sus principales aciertos estuvo el de establecer la catalogación como base para la aplicación de la ley, sumándose de esta manera a las corrientes europeas. Hasta ese momento los inventarios de monumentos efectuados en España habían sido muy escasos y aleatorios; en las dos décadas siguientes se incrementará el ritmo de declaraciones de monumentos.

En 1933 se promulgaba la Ley de patrimonio artístico nacional, que recogía conceptos y criterios innovadores, muchos de ellos emanados de la Carta de Atenas de 1931, declarando protegidos más de setecientos monumentos repartidos por toda la geografía española. También mejoró los procedimientos de catalogación y trató de dar un aire sistemático al proceso, pero todo el patrimonio que no estaba incluido en el catálogo quedaba desprotegido, incluyendo la mayoría de castillos y fortalezas.

Tras la Guerra Civil y los difíciles años de la autarquía, el estado general de las fortalezas históricas españolas seguía siendo bastante malo, la mayoría estaban ruinosos y muchos se usaban como cantera, ya que la ley no los protegía al no figurar en el catálogo. Por ello un grupo de personas decidieron promover ante el Gobierno la publicación de una ley específica para su protección.

Fruto de estos esfuerzos, el 22 de abril de 1949 se promulgó el Decreto de protección de los castillos españoles (B.O.E. 5-5-1949), por el que todos los castillos quedaban bajo la protección del Estado, que asumía la responsabilidad de evitar las intervenciones que alterasen su carácter o que favorecieran su derrumbamiento y se hacía responsable a los ayuntamientos en los cuales se encontrase el edificio de todo daño que pudiera sobrevenirles. Además, ordenaba la elaboración de un inventario.

Revista Castillos de España nº 152-153-154 AÑO LV (diciembre 2008 – marzo 2009)



CATÁLOGO


Castillo de la Mota, Medina del Campo (Valladolid)

Castillo de Villafuerte (Valladolid)
Academia de Caballería (Valladolid)

ARQUITECTURA CIVIL

El nacimiento de la arquitectura va ligado a la necesidad del hombre primitivo, ya agricultor, de asentarse. Las primeras construcciones, tras unos primeros intentos en madera, hojarasca, cañas y cuerdas, debieron de ser cabañas circulares construidas con piezas de barro cocidas al sol y cubiertas vegetales.

Para los grandes imperios del Oriente Próximo, Egipto y Mesopotamia, en un primer momento la arquitectura en piedra que se reservaba para los monumentos funerarios, fue la reproducción de las construcciones de caña utilizadas por el pueblo en su vida cotidiana. Así nacieron, en Egipto, las mastabas, cuya superposición dio lugar a las pirámides, y en Mesopotamia apareció el zigurat. A estas tipologías se unieron pronto las de los templos. En cualquier caso, se trataba de una edilicia sacra y áulica dedicada a la exaltación y glorificación de los dioses y los soberanos.

Tras las experiencias del mundo prehelénico, en los palacios cretenses, en las fortificaciones micénicas y en las construcciones funerarias de las islas mediterráneas, la concepción de la arquitectura experimentó una variación en Grecia, donde se concebía al hombre como medida de todas las cosas. Existió una gran arquitectura, eminentemente religiosa o ceremonial, junto a la que aparecieron grandes conjuntos arquitectónicos dedicados al hombre y a sus actividades. Los arquitectos griegos construyeron teatros, palestras, odeones, mercados públicos… con la misma atención y cuidado con que se levantaron las «moradas de dioses». En cualquier caso, se trataba de una arquitectura destinada a ser vista desde el exterior, desarrollando en sus fachadas el lenguaje de los órdenes clásicos. No obstante, se consideraba que la arquitectura poseía un rango inferior al de las demás artes, dado su carácter manual.

Durante el Imperio Romano y siguiendo a Vitruvio (siglo I a.C.), la arquitectura se consideró como una disciplina teórico-práctica encargada de «… la construcción, de la hidráulica, de la construcción de cuadrantes solares, de la mecánica y de sus aplicaciones en la arquitectura civil y en la ingeniería militar». La «arquitectura» se dedicó, en Roma, a construir edificios religiosos, civiles públicos y palacios, además de crear un modelo de vivienda doméstica: la típica domus romana.

Los fundamentos estéticos y técnicos del mundo antiguo fueron transmitidos a la Edad Media, entre otros caminos, por el tratado de Vitruvio De architectura. En el Medievo el término «arquitectura» se restringía a las grandes obras religiosas y, sólo en un segundo plano, hallamos algunas construcciones civiles de rango áulico que revelan preocupación por cuestiones estilísticas, si bien lo habitual en la arquitectura civil del momento es el interés por la estricta funcionalidad de los edificios. En el Livre de Portraiture de Villard d’Honnecourt (siglo XIII) se dan algunas observaciones sobre arquitectura que resultan las más ilustrativas que se escribieron durante la Edad Media. En este período comienza a darse una diferenciación clara entre el «operarius», que dirige la construcción, y el «artifex», que es quien trabaja en ella, dándose una evidente relevancia al primero. A finales de la Edad Media una nueva tipología civil alcanza el rango de gran arquitectura: son las lonjas, arquitectura civil pública que se sitúa junto a iglesias y palacios.

La concepción vitruviana de la arquitectura reaparece en el siglo XV con la obra de L. B. Alberti De re aedificatoria (Florencia [1450], 1485), primer tratado arquitectónico del Renacimiento. En él se confirma la consideración de las iglesias, los palacios y la arquitectura civil pública como los temas o tipologías principales de la «gran arquitectura» y, por primera vez, se despierta el sentido histórico de la valoración del pasado arquitectónico. Así, dentro de esta tendencia podemos encuadrar la generalizada opinión desfavorable hacia el mundo medieval, que es calificado despectivamente de «gótico», o «bárbaro». El propio Alberti, en su creencia de que el arte sólo florece con la prosperidad y el poder político, afirma que la buena arquitectura antigua surge y decae con el Imperio Romano y no hace mención alguna de las grandes catedrales medievales que, forzosamente, conoció. En cualquier caso, el Renacimiento representó la valoración del espacio y el culto a la proporción.

En el siglo XVI, y en especial con Palladio, Vignola y Scamozzi, una nueva tipología entra a formar parte de la considerada «Arquitectura»: la villa privada suburbana, entendida como residencia de recreo o, como en el caso de las villas de la región del Véneto italiano, como centro de unidades de economía agrícola. El Manierismo representó, a nivel estilístico, la ruptura del equilibrio y la proporción renacentista. Fue la introducción de los contrastes, de las inestabilidades.

Durante el Barroco, junto al triunfo de la arquitectura representativa y propagandística (iglesias, palacios…), se brindó una gran atención a la ordenación urbanística de los conjuntos monumentales y de las ciudades: recordemos el urbanismo de la Roma barroca o las ordenaciones urbanísticas de la ciudad residencial de Bath, Inglaterra en el siglo XVIII. Formalmente, fue el triunfo de los espacios unitarios, definidos por muros sinuosos y perspectivas engañosas.

El Neoclasicismo, si bien no introdujo ninguna novedad en lo referente a las construcciones consideradas como «arquitectura» durante los períodos anteriores, desde un punto de vista formal representó un abierto ataque a su estética, como se evidencia en las obras teóricas de Bellori, Winckelmann, Milizia… entre otros. Si el Romanticismo representó poco más que una moda a la hora de crear espacios, el Realismo introdujo tipologías arquitectónicas inéditas derivadas de las nuevas necesidades de una sociedad sociedad pujante: estaciones de ferrocarril, hospitales, bibliotecas, fábricas, etcétera.

A finales del siglo XIX y especialmente durante el Modernismo, la residencia de la burguesía se constituye en objeto de consideración artística. Con el advenimiento de nuevos materiales, como el hierro, el vidrio, el acero, el hormigón armado…, algunas construcciones consideradas en principio como obras de ingeniería alcanzan el grado de arquitectura artística, como sucedió con las construcciones de Gustave Eiffel.

En el siglo XX, con las tipologías correspondientes a los tipos tradicionales de la arquitectura — monumental, religiosa, áulica — coexisten otros de significado diferente; por ejemplo, las viviendas y urbanización de áreas residenciales como soluciones al acuciante problema del alojamiento para una población cada vez más numerosa. Ello ha llevado a interesantes conquistas que han permitido integrar, en algunos casos, la arquitectura de viviendas económicas dentro de la categoría de construcciones con rango de «arquitectura».


PATRIMONIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO



BIENES DE INTERÉS CULTURAL

El Patrimonio Histórico Español es el principal testigo de la contribución histórica de los españoles a la civilización universal y de su capacidad creativa contemporánea. La protección y el enriquecimiento de los bienes que lo integran constituyen obligaciones fundamentales que vinculan a todos los poderes públicos, según el mandato que a los mismos dirige el artículo 46 de la norma constitucional.


Exigencias, que en el primer tercio del siglo constituyeron para el legislador un mandato similar, fueron ejemplarmente cumplidas por los protagonistas de nuestra mejor tradición intelectual, jurídica y democrática, como es buena muestra el positivo legado recibido de la Ley de 13 de mayo de 1933. Pese a este reconocimiento, lo cierto es que la recuperación por nuestro pueblo de su libertad determinó que, desde los primeros momentos en que tan feliz proceso histórico se consumó, se emprendiera la tarea de elaborar una nueva y más amplia respuesta legal a tales exigencias, un verdadero código de nuestro Patrimonio Histórico, en el que los proyectos de futuro se conformaran a partir de las experiencias acumuladas.


Esta Ley consagra una nueva definición de Patrimonio Histórico y amplía notablemente su extensión. En ella quedan comprendidos los bienes muebles e inmuebles que los constituyen, el Patrimonio Arqueológico y el Etnográfico, los Museos, Archivos y Bibliotecas de titularidad estatal, así como el Patrimonio Documental y Bibliográfico. Busca, en suma, asegurar la protección y fomentar la cultura material debida a la acción del hombre en sentido amplio, y concibe aquella como un conjunto de bienes que en sí mismos han de ser apreciados, sin establecer limitaciones derivadas de su propiedad, uso, antigüedad o valor económico.


Ello no supone que las medidas de protección y fomento se desplieguen de modo uniforme sobre la totalidad de los bienes que se consideran integrantes, en virtud de la Ley, de nuestro Patrimonio Histórico. La Ley establece distintos niveles de protección que se corresponden con diferentes categorías legales. La más genérica y que da nombre a la propia Ley es la de Patrimonio histórico Español, constituido éste por todos aquellos bienes de valor histórico, artístico, científico o técnico que conforman la aportación de España a la cultura universal. En torno a ese concepto se estructuran las medidas esenciales de la Ley y se precisan las técnicas de intervención que son competencia de la Administración del Estado, en particular, su defensa contra la exportación ilícita y su protección frente a la expoliación.


En el seno del Patrimonio Histórico Español, y al objeto de otorgar una mayor protección y tutela, adquiere un valor singular la categoría de Bienes de Interés Cultural, que se extiende a los muebles e inmuebles de aquel Patrimonio que, de forma más palmaria, requieran tal protección. Semejante categoría implica medidas asimismo singulares que la Ley establece según la naturaleza de los bienes sobre los cuales recae.


La Ley dispone también las fórmulas necesarias para que esa valoración se posible, pues la defensa del Patrimonio Histórico de un pueblo no debe realizarse exclusivamente a través de normas que prohíban determinadas acciones o limiten ciertos uso, sino a partir de disposiciones que estimulen a su conservación y, en consecuencia, permitan su disfrute y faciliten su acrecentamiento.
Así, la Ley estipula un conjunto de medidas tributarias y fiscales y abre determinados cauces nuevos que colocan a España en un horizonte similar al que ahora se contempla en países próximos al nuestro por su historia y su cultura y, en consecuencia, por su acervo patrimonial. De esa forma se impulsa una política adecuada para gestionar con eficacia el Patrimonio Histórico Español. Una política que complemente la acción vigilante con el estímulo educativo, técnico y financiero, en el convencimiento de que el Patrimonio Histórico se acrecienta y se defiende mejor cuanto más lo estiman las personas que conviven con él, pero también cuantas más ayudas se establezcan para atenderlo, con las lógicas contraprestaciones hacia la sociedad cuando son los poderes públicos quienes facilitan aquellas.


El Patrimonio Histórico Español es una riqueza colectiva que contiene las expresiones más dignas de aprecio en la aportación histórica de los españoles a la cultura universal. Su valor lo proporciona la estima que, como elemento de identidad cultural, merece a la sensibilidad de los ciudadanos, porque los bienes que lo integran se han convertido en patrimoniales debido exclusivamente a la acción social que cumplen, directamente derivada del aprecio con que los mismos ciudadanos los han ido revalorizando.


En consecuencia, y como objetivo último, la Ley no busca sino el acceso a los bienes que constituyen nuestro Patrimonio Histórico. Todas las medidas de protección y fomento que la Ley establece sólo cobran sentido si, al final, condicen a que un número cada vez mayor de ciudadanos pueda contemplar y disfrutar las obras que son herencia de la capacidad colectiva de un pueblo. Porque en un Estado democrático estos bienes deben estar adecuadamente puestos al servicio de la colectividad en el convencimiento de que con su disfrute se facilita el acceso a la cultura y que ésta, en definitiva, es camino seguro hacia la libertad de los pueblos.

Ley del Patrimonio Histórico Español
Ley 16/1985 del 25 de junio de 1985



CLASIFICACIÓN



ARQUITECTURA CIVIL


ARQUITECTURA MILITAR


ARQUITECTURA RELIGIOSA


YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS


MUSEOS Y CENTROS DE INTERPRETACIÓN