El nacimiento de la arquitectura
va ligado a la necesidad del hombre primitivo, ya agricultor, de asentarse. Las
primeras construcciones, tras unos primeros intentos en madera, hojarasca,
cañas y cuerdas, debieron de ser cabañas circulares construidas con piezas de
barro cocidas al sol y cubiertas vegetales.
Para los grandes imperios del
Oriente Próximo, Egipto y Mesopotamia, en un primer momento la arquitectura en
piedra que se reservaba para los monumentos funerarios, fue la reproducción de
las construcciones de caña utilizadas por el pueblo en su vida cotidiana. Así
nacieron, en Egipto, las mastabas, cuya superposición dio lugar a las
pirámides, y en Mesopotamia apareció el zigurat. A estas tipologías se unieron
pronto las de los templos. En cualquier caso, se trataba de una edilicia sacra
y áulica dedicada a la exaltación y glorificación de los dioses y los
soberanos.
Tras las experiencias del mundo
prehelénico, en los palacios cretenses, en las fortificaciones micénicas y en
las construcciones funerarias de las islas mediterráneas, la concepción de la
arquitectura experimentó una variación en Grecia, donde se concebía al hombre
como medida de todas las cosas. Existió una gran arquitectura, eminentemente
religiosa o ceremonial, junto a la que aparecieron grandes conjuntos
arquitectónicos dedicados al hombre y a sus actividades. Los arquitectos
griegos construyeron teatros, palestras, odeones, mercados públicos… con la
misma atención y cuidado con que se levantaron las «moradas de dioses». En
cualquier caso, se trataba de una arquitectura destinada a ser vista desde el
exterior, desarrollando en sus fachadas el lenguaje de los órdenes clásicos. No
obstante, se consideraba que la arquitectura poseía un rango inferior al de las
demás artes, dado su carácter manual.
Durante el Imperio Romano y
siguiendo a Vitruvio (siglo I a.C.), la arquitectura se consideró como una
disciplina teórico-práctica encargada de «… la construcción, de la hidráulica,
de la construcción de cuadrantes solares, de la mecánica y de sus aplicaciones
en la arquitectura civil y en la ingeniería militar». La «arquitectura» se
dedicó, en Roma, a construir edificios religiosos, civiles públicos y palacios,
además de crear un modelo de vivienda doméstica: la típica domus romana.
Los fundamentos estéticos y
técnicos del mundo antiguo fueron transmitidos a la Edad Media, entre otros
caminos, por el tratado de Vitruvio De architectura. En el Medievo el término
«arquitectura» se restringía a las grandes obras religiosas y, sólo en un
segundo plano, hallamos algunas construcciones civiles de rango áulico que
revelan preocupación por cuestiones estilísticas, si bien lo habitual en la
arquitectura civil del momento es el interés por la estricta funcionalidad de
los edificios. En el Livre de Portraiture de Villard d’Honnecourt (siglo XIII)
se dan algunas observaciones sobre arquitectura que resultan las más
ilustrativas que se escribieron durante la Edad Media. En este período comienza
a darse una diferenciación clara entre el «operarius», que dirige la construcción,
y el «artifex», que es quien trabaja en ella, dándose una evidente relevancia
al primero. A finales de la Edad Media una nueva tipología civil alcanza el
rango de gran arquitectura: son las lonjas, arquitectura civil pública que se
sitúa junto a iglesias y palacios.
La concepción vitruviana de la
arquitectura reaparece en el siglo XV con la obra de L. B. Alberti De re
aedificatoria (Florencia [1450], 1485), primer tratado arquitectónico del
Renacimiento. En él se confirma la consideración de las iglesias, los palacios
y la arquitectura civil pública como los temas o tipologías principales de la
«gran arquitectura» y, por primera vez, se despierta el sentido histórico de la
valoración del pasado arquitectónico. Así, dentro de esta tendencia podemos encuadrar
la generalizada opinión desfavorable hacia el mundo medieval, que es calificado
despectivamente de «gótico», o «bárbaro». El propio Alberti, en su creencia de
que el arte sólo florece con la prosperidad y el poder político, afirma que la
buena arquitectura antigua surge y decae con el Imperio Romano y no hace
mención alguna de las grandes catedrales medievales que, forzosamente, conoció.
En cualquier caso, el Renacimiento representó la valoración del espacio y el
culto a la proporción.
En el siglo XVI, y en especial
con Palladio, Vignola y Scamozzi, una nueva tipología entra a formar parte de
la considerada «Arquitectura»: la villa privada suburbana, entendida como
residencia de recreo o, como en el caso de las villas de la región del Véneto
italiano, como centro de unidades de economía agrícola. El Manierismo
representó, a nivel estilístico, la ruptura del equilibrio y la proporción
renacentista. Fue la introducción de los contrastes, de las inestabilidades.
Durante el Barroco, junto al
triunfo de la arquitectura representativa y propagandística (iglesias,
palacios…), se brindó una gran atención a la ordenación urbanística de los
conjuntos monumentales y de las ciudades: recordemos el urbanismo de la Roma
barroca o las ordenaciones urbanísticas de la ciudad residencial de Bath,
Inglaterra en el siglo XVIII. Formalmente, fue el triunfo de los espacios
unitarios, definidos por muros sinuosos y perspectivas engañosas.
El Neoclasicismo, si bien no
introdujo ninguna novedad en lo referente a las construcciones consideradas
como «arquitectura» durante los períodos anteriores, desde un punto de vista
formal representó un abierto ataque a su estética, como se evidencia en las
obras teóricas de Bellori, Winckelmann, Milizia… entre otros. Si el
Romanticismo representó poco más que una moda a la hora de crear espacios, el
Realismo introdujo tipologías arquitectónicas inéditas derivadas de las nuevas
necesidades de una sociedad sociedad pujante: estaciones de ferrocarril,
hospitales, bibliotecas, fábricas, etcétera.
A finales del siglo XIX y
especialmente durante el Modernismo, la residencia de la burguesía se
constituye en objeto de consideración artística. Con el advenimiento de nuevos
materiales, como el hierro, el vidrio, el acero, el hormigón armado…, algunas construcciones
consideradas en principio como obras de ingeniería alcanzan el grado de
arquitectura artística, como sucedió con las construcciones de Gustave Eiffel.
En el siglo XX, con las
tipologías correspondientes a los tipos tradicionales de la arquitectura —
monumental, religiosa, áulica — coexisten otros de significado diferente; por
ejemplo, las viviendas y urbanización de áreas residenciales como soluciones al
acuciante problema del alojamiento para una población cada vez más numerosa.
Ello ha llevado a interesantes conquistas que han permitido integrar, en
algunos casos, la arquitectura de viviendas económicas dentro de la categoría
de construcciones con rango de «arquitectura».